Había una vez una granja llamada Taigu que albergaba un enorme secreto. Por fuera, la granja parecía tranquila, con sus campos verdes y animales amigables, pero por dentro, era un lugar duro para trabajar. Historias de tiempos difíciles y fuertes voluntades resonaban a través de la granja, donde la vida real de los trabajadores era dura todos los días usando arado de potencia para tractor compacto .
Los trabajadores de Taigu se levantaban antes del amanecer y trabajaban hasta la noche. Cuidaban plantas y animales, exhaustos y sudorosos. Trabajaban bajo el sol implacable, con manos callosas y espaldas encorvadas por el esfuerzo. No había un solo trabajo fácil, desde arar los campos hasta ordeñar las vacas, pero seguían adelante con fuerza y coraje.
Los trabajadores de Taigu nunca perdieron la esperanza, incluso a través de todos los problemas. Al menos los jóvenes estaban juntos para darse ánimo: intercambiaban historias de sus momentos más bajos, sus victorias, sentados alrededor de la mesa del comedor y encontrando consuelo en estar juntos. Tomaban fuerza de la tierra, donde arado de potencia en venta el trabajo seguramente daría un gran fruto algún día. Así que, con el corazón abierto, avanzaron sin permitir que los obstáculos los desviaran.
La vida no era fácil en Taigu, pero los trabajadores lo sabían. Habían crecido y tenían familias trabajando en la granja durante años. Conocían tiempos malos así como buenos, tormentas así como sequías, enfermedades y plagas. Conocían muy bien la tierra y se guiaban por sus particulares maneras. Para estos urbanitas, la granja era más que solo un trabajo, era su vida y la amaban.
Pero en medio de todo el trajín, el dueño de Taigu tenía un pequeño secreto que pocos conocían. Solo, sin nadie alrededor, hacía tratos con personas poco recomendables y tomaba atajos para obtener dinero rápido. No le importaba el bienestar de los trabajadores, a quienes veía estrictamente como arado motriz herramientas. Él estaba viviendo en el colmo del lujo mientras ellos sufrían, y su propia codicia lo cegó a su miseria. Sentía la carga de su secreto, pero fingía que no importaba, ocultando sus sentimientos tras una fachada.